El pasado 5 de junio se celebró a nivel internacional el Día Mundial del Medio Ambiente, como se viene haciendo desde 1974 después de que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) estableciese esta fecha como una oportunidad de sensibilizar a la población y poner el foco mediático sobre cuestiones medioambientales.
Este Día Mundial del Medio Ambiente es la respuesta de la ONU a una problemática que ya había sido señalada por la ciudadanía. Ya en 1970 una marcha pacífica por la conservación del medio ambiente marcó el 22 de abril como el Día Mundial de la Tierra, una jornada que sigue celebrándose en todo el mundo casi 50 años después.
Ambas iniciativas han gozado en su última edición de un gran respaldo por parte de los ciudadanos y varias organizaciones e instituciones, lo que ha hecho que las reivindicaciones medioambientales hayan tenido una notable repercusión mediática.
En Almería, se llevaron a cabo varias acciones a propósito del Día Mundial del Medio Ambiente. En el salón de actos de la Biblioteca Pública Francisco Villaespesa, en un acto organizado por Ecologistas en Acción Almería con la colaboración de Acuíferos Vivos y el EcoClub de Lectura de la Biblioteca Berta Cáceres, se dieron a conocer los nuevos grupos ecologistas de la provincia de Almería; además, se proyectó un documental sobre la importancia del mantenimiento del suelo, y se presentaron los Premios Atila, que “reconocen” los peores comportamientos de cara al medio ambiente. En esta edición, este dudoso honor recayó sobre lnterporc y Ryanair.
Aquellos que más sufrirán las consecuencias del maltrato al medio ambiente también aportaron su granito de arena en esta celebración mundial, concentrándose durante la mañana del día 5 de junio en la Plaza de la Constitución de la capital almeriense para protestar por la falta de acción ante el cambio climático y la destrucción de los recursos naturales del planeta.
Además de la necesidad de mantener un suelo vivo o de los efectos negativos del cambio climático, uno de los aspectos que más se han destacado en los días previos a la celebración del Día Mundial del Medio Ambiente es la lacra del plástico. Tanto desde el ayuntamiento de Almería como en iniciativas a nivel nacional como la de la plataforma Zero Waste España, que llamó al boicot del consumo de productos que fueran en envases de plástico de un solo uso, se ha puesto la atención sobre un problema que ya tiene consecuencias desastrosas.
Los datos que aporta la asociación ecologista Greenpeace son demoledores. Se estima que para el año 2020 se producirán más de 500 millones de toneladas de plástico al año, lo que nos sitúa en niveles de un 900% más que en 1980. En las décadas más recientes, la producción de plástico en el mundo se ha disparado hasta el punto de que la cantidad producida en los últimos diez años es mayor que la de toda la historia de la humanidad junta.
En España, la mitad de los envases de plástico que se producen terminan en vertederos. Nuestro país ocupa la cuarta posición en cuanto a los países europeos con una mayor producción de plástico. Europa es la segunda región del mundo donde más plástico se genera, un 19%, por delante de Norteamérica (18%) y por detrás de China, que produce un 29%. En el continente europeo, tan solo cinco países son responsables de más de dos terceras partes de la producción total: Alemania, Italia, Francia, España y Reino Unido.
Sin embargo, España está a la cabeza en ser el país de Europa donde más pajitas de plástico se consumen. Este producto, que parece inofensivo, supone el 6% de la contaminación por plástico que hay en el mar; se estima que, cada año, más de 100.000 mamíferos marinos y de un millón de aves mueren por culpa de este tipo de contaminación.
Reducir e incluso eliminar el uso de pajitas de plástico es una de las acciones que podemos llevar a cabo de manera individual para luchar contra esta plaga.
Los expertos consideran que, al ritmo que vamos, nuestro medio ambiente está en grave peligro, pero que estamos a tiempo de cambiar las cosas. Eso pasa por un compromiso de toda la sociedad, incluso aunque esto implique tomar decisiones radicales. Australia es un ejemplo de que el cambio es posible: el año pasado, en tan solo 5 meses, logró reducir el consumo de plástico en un 80%.