Parece como si la maldición se hubiese cebao con el PSOE en Roquetas de Mar, decía el 8 de Mayo de 2014 que hoy reproduzco literalmente en este mismo espacio periodístico, porque lleva tres Legislaturas Municipales en las que se le ha atribuido un escándalo por cada una, como si fuese un Partido Político con gafe porque ni se ha producido en otro municipio ni en otra organización política, y siempre protagonizado por personaje político con el mismo perfil.
No quiero ser pájaro de mal agüero, pero a este paso conviene tener presente que cuando veas las barbas de tu vecino afeitar debes poner las tuyas a remojar; y bien es conocida mi tesis, por el amable lector que distrae su tiempo en EL MIRADOR, de que las cosas en política no suceden por azar. Así, pues, no se trata de cuadrar el círculo sino de elucubrar, porque, a buen seguro, nadie se equivocará y amplio es el motivo para distraer la atención.
Si ejercitamos un poco la memoria recordaremos que al entonces Senador y Secretario General del PSOE Juan Miguel Peña se le denunciaron unas excavaciones en zona protegida, que acabó como una serpiente de verano sin consecuencias políticas, tampoco personales y mucho menos judiciales, con lo que la pieza no pudieron cobrársela. En la legislatura siguiente estalló el ‘escándalo de los asesores’ en la Diputación Provincial, coprotagonizado curiosamente por los concejales socialistas Rosalía Gallardo y Antonio Ortiz, surtiendo en este caso el efecto supuestamente perseguido, que fue la ruptura de la Ejecutiva Local del PSOE con el consiguiente expediente de expulsión y el cese en los cargos de confianza que ostentaban pero no la dimisión como ediles. Y en la actual se viene a producir otro curioso escándalo con el concejal, evidentemente socialista, Juan Ortega como protagonista, al que mediáticamente crucificaron para luego la Justicia evidenciar la inexistencia de causa.
En los tres casos se ha producido la curiosa circunstancia de estar protagonizados por personajes políticos con un peso específico en el PSOE del momento, por lo que parece como si el protagonista se eligiese, y es justamente lo que me llama poderosamente la atención. Y también, en los tres casos, paradojas de la vida, los protagonistas son los que poseen el mayor peso en la organización política en el momento en que se produce el escándalo; puede que sea una causalidad, que también se producen, mucho menos a estas alturas cuando en mi ya dilatada vida pública jamás acepté las causalidades en la actividad política, por lo que yo no me creo la coincidencia de que los más relevantes personajes políticos socialistas durante la legislatura sean los protagonistas de escándalos, que, repito, vamos a uno por legislatura, y a ésta le queda un año.
Y con los tres protagonistas de estos escándalos me une una estrecha amistad personal, por lo que por sí misma sería razón suficiente para defenderlos, pero es que no hay lugar a la defensa porque no existe imputación sino meras elucubraciones políticas acompañadas por una sonora música.
En el primer caso, el de Juan Miguel Peña, le avalaban cuando accedió a la Secretaría General una vida profesional plagada de éxitos que culminaron con un escaño en el Senado, lo que en Sol y Arena no se le perdonaba. A los casi cuatro años siguientes le tocó el turno a Antonio Ortiz y a Rosalía Gallardo, pilares fundamentales del socialismo en ese momento que cometieron el error de ser sinceros y estar donde sus jefes le indicaron. Luego tocó a Juan Ortega para quien la Justicia exoneró y aún son muchas personas quienes desconocen tal circunstancia pero todo el vecindario observó la operación policial que muchos confudieron de destinatario. Y ahora le ha tocado el turno a Manolico García que se ha ensañado con María José López Carmona, una veterana socialista a la que le debe la Secretaría General.