Cuando peyorativamente se nos atribuye ser un país africano, y por consiguiente se asegura que Europa comienza en Los Pirineos, no hay que tomarlo como un insulto a la inteligencia del españolito y de la españolita de a pie sino como una realidad constatable día a día.
Me llama la atenmción el mantenimiento de obras y servicios superfluos y no a la conservación de servicios básicos, y las tres Administraciones Públicas pueden darse por aludidas. En la que más palpable se hace este malgasto es en los pueblos y ciudades, donde se construyen piscinas en lugares donde llenarlas de agua supone un coste económico considerable o, por ejemplo, pabellones polideportivos en núcleos urbanos con población mayor que no los están utilizando porque lo que necesitan no es deporte sino espacios de estancias diurnas.
No escaparía un pueblo o una ciudad de nuestra provincia, por aproximarnos físicamente a lo que hoy atrae mi atención, en los que no se esté reconstruyendo una calle, cambiando farolas o plasmando en la realidad cualquier sueño en una noche de verano, destinado única y exclusivamente a cambiar la imagen para que a cambio le den el voto a quienes lo están llevando a cabo como una obligación que es para lo que fueron elegid@s y no como un favor que es como en la práctica se cobra. Son, por tanto, obras meramente electorales que se llevan a cabo solamente para conseguir el voto, obras que necesariamente deben ser vistas y por las que se cobra además el voto.
Algunos gobernantes no tienen empacho en reconocer, como ha ocurrido en la capital, que son obras destinadas a cambiar la imagen, y por las que el buen pastor en su función de supuesto gestor anima al rebaño del que se nutre. Dos obras merecen, por méritos propios, entretenerse en ellas, como son las del entorno a la estación de ferrocarril y la de la salida de la ciudad hacia Aguadulce.
Como recordará el amable lector que distrae su tiempo en este espacio periodístico, la minería ha dejado una huella en la Historia de nuestra provincia, y particularmente en la capital, donde su salida al mar cuenta con obras que se han alzado como emblemas culturales, que la Derecha está destruyendo, en mi opinión, por complejo político. Allá donde gobierna la Derecha se han destruído emblemas culturales, como por ejemplo en Mojácar en el entorno de la Iglesia Parroquial y en la capital con la Puerta Purchena.
Después le tocó el turno a los silos del toblerone y a las vías del tren, cuando la Estación de Ferrocarril está cayéndose y el puente de las Almadrabilla se encuentra en estado de alerta viendo pasar el tiempo y con el miedo metido en el cuerpo. La reconversión de este lugar histórico a un espacio diáfano no ha complementado la oferta de ocio y disfrute de la ciudad.
Con ser llamativa la destrucción del enclave histórico a ambos lados de la Ctra. De Sierra Alhamilla, llama poderosamente la atención el cambio de imagen al que el anterior Equipo de Gobierno del PP sometió la salida de la ciudad por Pescadería, cuyo coste económico en relación con el reporte a los vecinos y vecinas del barrio debería escandalizar a propios y extraños, excepto a la Oposición que ha salido huyendo. Pero, además, como en el caso del ferrocarril, se ejecutó la obra con un alarde económico hiriente para un barrio de clase baja y que todavía está pidiendo la apertura de la Casa del Mar, que a pesar de anuncios no cumplidos aún y de no ser municipal tiene afección local.
Este cambio de imagen de la salida por Pescadería, donde supuestamente se pretendía construir un boulevard, cuenta con el agravio de tener como vecina una zona verde a la que también se le podría llamar parque y por la acción del Equipo de Gobierno se está erigiendo en un símbolo político. Este espacio agreste se vegetalizó con el único interés, según se justificó, de lavarle la cara a la salida de la capital, y solo por el hecho de haber sido idea de un gobierno de signo político distinto, PSOE, se ha dejado en el más absoluto olvido con el agravio, es la sospecha generada lo único positivo de su olvido, de ver como a unos metros se gastó el gobierno del PP unos dineros públicos, obviamente, que solo han favorecido a los propietarios de las naves industriales.
Las naves industriales en Pescadería se han convertido en la mayor inversión privada, porque el inversor las puede adquirir a precios irrisorios y venderlas a buen precio al Ayuntamiento. Este suelo industrial hasta ahora está siendo reconvertido en zona verde, reconociéndose que solamente era para evitar la imagen de las naves industriales, y me gustaría conocer la incidencia que está teniendo en el almerienses y particularmente en los vecinos y vecinas de Pescadería, porque vengo observando que son muy escasos los almerienses que están disfrutando de un agradable paseo en este denominado boulevard por el Alcalde-Senador, Luis Rogelio Rodríguez-Comendador, porque como sospechaba lejos de un boulevard al uso lo que verdaderamente viene siendo es un parque para placer y gozo.
Dos espacios verdes, el de la Estación de Ferrocarril y las naves industriales en Pescadería, que abanderaron la campaña electoral del entonces Alcalde y su equipo, y lamento que no se hayan convertido en una alternativa de ocio y disfrute como el Paseo y el Parque en su día, La Rambla después o el Paseo Marítimo ahora, porque la capital es una ciudad que mira al mar. Y ya dispuestos a despilfarrar dinero que nada cuesta conseguirlo y que no afecta al bolsillo de quien decide, bien se podría consolidar los servicios existentes, como la articulación del carril-bici que es una chapuza el que se ha hecho porque deberían haberlo construido por la arena y no hacerlo mixto por el interior del Paseo Marítimo, quedando desde Las Almadrabillas sin zona por la que transiten las bicicletas.