Hace unos días he tenido ocasión de leer en un periódico comarcal tres entrevistas, una al señor Javier Aureliano García, vicepresidente de la Diputación Provincial de Almería (PP); otra a la señora Adela Segura, secretaria provincial de política municipal del PSOE, y una tercera al señor Juan Antonio Lorenzo, portavoz del grupo socialista de la Diputación y alcalde de Serón. Los tres se emplean a fondo sobre la situación de Galasa, que es asunto de sumo interés.
La simple lectura de esas entrevistas pone de manifiesto lo que se temía, que la gran culpa de lo que le sucede a la empresa es de los políticos, que no paran de pontificar sobre la gestión de la misma. Y siempre de igual manera. Ahora son los socialistas los que arremeten contra la gestión de los mandatarios del PP a los que culpan de todos los males que padece Galasa, como si ellos fueran ajenos al desaguisado producido.
No me voy a detener en analizar los argumentos de cada uno, justificativos de su política, ni sobre las nuevas tarifas. En cuanto a la tremenda pérdida de agua que se denuncia, se asegura que un 44%, si se confirma, que parece que sí, decir que el asunto es grave, demasiado grave, algo inasumible por el consejo de administración de la empresa y los ayuntamientos. Por lo visto, esta enorme pérdida de agua viene de lejos, cuando han mandado unos y otros. Sí comentaré algunos aspectos del asunto que llaman la atención.
Después de su argumentación en contra de la subida de las tarifas, Adela Segura afirma que el consejo de administración y la junta de accionistas de Galasa no tienen potestad para subirlas, lo que, según ella, corresponde a los ayuntamientos. Es decir, para la señora Segura los dos órganos directivos de la empresa han cometido una ilegalidad al invadir una competencia municipal. Y añade que es algo que se sustanciará en los juzgados.
El entrevistador le dice a la señora Segura que ellos (los socialistas) hicieron lo mismo en el año 2009 cuando mandaban en Galasa. A lo que ella responde que aquella fue una subida insignificante, de apenas unos céntimos, y que como nadie denunció el acuerdo no pasó nada. O sea, que ellos cometieron en 2009 la misma ilegalidad que ahora denuncian. Sin embargo, y aquí viene el contrasentido, el entrevistado portavoz socialista, señor Lorenzo, no pone en cuestión la legitimidad de la junta de accionistas en subir las tarifas, es más, afirma que él las hubiera aprobado si se controlara la pérdida del agua, o sea, para él la subida es legal.
Es razonable estimar que los órganos de dirección de Galasa tienen la potestad de modificar las tarifas, en este caso de subirlas, pues si el asunto se dejara en manos de tanto municipio mal iríamos. No se entendería que el servicio jurídico de la Diputación diera el visto bueno a una ilegalidad que atropellara las competencias municipales. Si la señora Segura tuviera razón uno se pregunta qué sucedería si los más de veintitantos ayuntamientos de Galasa, o parte de ellos, se opusieran a la subida de la tarifas, pues sucedería que estaríamos abocados al desastre. Y más contrasentido aún respecto a la postura negativa de los socialistas es la de Somos Turre (IU).
Resulta que a la hora de establecer las nuevas tarifas del agua en la última junta de accionistas el alcalde de Turre las ha aprobado, como confirmó él mismo en una radio, lo que no deja de ser sorprendente, pues deja al descubierto las intenciones de los socialistas, ¿alguien puede pensar que el alcalde de Turre, más a la izquierda que el PSOE, ha ido a sacarle las castañas del fuego al PP en contra de los intereses de los turreros?
Sería bueno que Adela Segura explicara tales contradicciones si no quiere que se piense que los socialistas están utilizando el método del palo en la rueda. De paso decirle que causa desagrado que por dos veces en la entrevista se haya referido al vicepresidente de la Diputación, señor Aureliano, como el escudero del presidente. No es de recibo tal trato despectivo. Después de lo que ya sabemos sobre Galasa, me reafirmo en la idea, ya expuesta, de privatizarla, haciéndose cargo cada municipio de la parte de la deuda que le corresponda para pagarla según se convenga.
La privatización es algo que le pone a la izquierda los pelos como escarpias, pero ya me dirán si se puede seguir así. Esa enorme pérdida de agua que se dice vendría a abundar sobre la necesidad de la privatización para una gestión eficaz, ¿alguien se imagina una empresa privada perdiendo el 44% de agua sin ponerle remedio? Como por ahora no se piensa en privatizar la empresa, aunque estoy convencido de que ese será el final, tal vez sería saludable dividir Galasa en dos partes, una sería la formada por los municipios del Levante y la otra por los del Valle del Almanzora.
Razones para la división no faltan. La empresa actual la componen una gran cantidad de municipios, creo que 26, lo que de por sí es de difícil manejo, manejo que se complica con el origen distinto del agua que los abastece, cuyo resultado es que los pueblos del Levante y los del Valle del Almanzora tengan tarifas desiguales debido al precio del agua, más cara para los primeros a causa de la desalación.
No se olvide que a la complejidad de la gestión hay que añadirle la lucha política entre el PP y el PSOE, que no parece que estén dispuestos a remar en la misma dirección, más bien al contrario. Es cuestión de pensar y decidirse por lo que más convenga para solucionar el problema, pues lo que si está claro es que así no se puede seguir.
Menos mal que ya se sabe; eran los sulfitos la maldición de Bermudo III. Eso fue lo que le pasó al rey de León, Bermudo III (1028 – 1037). Unos conflictos internos producidos por los sulfitos desembocaron en la batalla de Tamara (Palencia) en la que fue vencido y muerto por su cuñado Fernando (hijo de Sancho el Mayor de Navarra), que llevaba la punta de la espada impregnada de sulfitos. Como nos cuentan los Panchos en sus boleros, con Bermudo III se extinguió la dinastía de los reyes de Asturias y León pasando sus dominios al rey de Castilla.
Por lo que escribe, parece que el tal Adolfo Pérez está bastante tocao. Serán los sulfitos, que se acumulan y no perdonan.
Probetico, con lo que ha sio.
El susto fue tremendo. Resulta que cuando el rey de Castilla Alfonso XI, el Justiciero, (1312 – 1350) venció a los benimerines en la decisiva batalla del Salado (1340), le compraron en Mercadona unas salchichas que metieron en salmuera y así se las comió. Fue un drama, menos mal que llegó Ronaldo y lo curó con un simple penalti.
Don Gandolfo se va a convertir en el Sr. Manipulador que en sus levitaciones solo habla del sexo d elos ángeles para dar a conocer su sabiduría y no entrar en el meollo de la cuestión.
Nadie en Garrucha discute que Don Gandolfo es un padre de la Galasa que ahora propone privatizar, por lo que cabe preguntarse ¿por qué?
D. Gandolfo se está dejando crecer los labios con la finalidad de poder besarse solo. Lleva avanzado el objetivo. Mientras lo consigue, escribe cosas como esta con la misma finalidad.
Otra cosa no hay.
Adolfo Pérez se contradice otra vez. Y van…
1. Garrucha está en Galasa porque éste Sr. la metió.
2. Cuando Garrucha entró las pérdidas de agua eran nada menos que el 55%, pero ello no fue obstáculo para que el entonces alcalde estimara su decisión como acertada.
3. Las pérdidas de agua actuales son del 44%, una barbaridad, pero una barbaridad más paqueña que cuando Adolfo Pérez presumía de su acierto.
La pregunta es ¿por qué ahora hay que privatizar Galasa y entonces no?
La respuesta está en el viento.