Buenos días; bos días; egun on; bon dia.

Señora Presidenta, señoras diputadas y señores diputados.

Señor Mariano Rajoy: ayer subió usted a esta tribuna sabiendo que sus palabras no iban a mover un solo voto en esta cámara.
Hoy vamos a debatir aquí sabiendo que este debate no va a cambiar su suerte. No va a ser usted investido presidente, señor Rajoy, ni hoy ni el viernes.
Lo sabe usted, lo sabemos todos aquí y, sobre todo, lo sabe la gente.


Cabe preguntarse entonces qué estamos haciendo aquí. Cuando preparaba anoche mi réplica a su intervención me hacía esta pregunta, señor Rajoy, y me quedé con la sensación de que este tipo de eventos contribuyen a que la gente crea que la política es esto: los diputados en el Parlamento o, en todo caso, los pactos entre políticos que a veces se consiguen y a veces no.
En estos meses nosotros mismos hemos experimentado cómo esta institución aleja a sus miembros de los problemas de la calle. Pero —por suerte— la política no es solo esto, señor Mariano Rajoy.
Algunos de nosotros irrumpimos en la política española sin estar en esta Cámara y, quizá por eso, comprendemos que lo verdaderamente importante está ahí fuera.
Lo importante son los millones de personas que tienen la impresión de que esto es un paripé.
Este debate no va a cambiar lo que vamos a votar las 350 personas que ocupamos estos escaños, pero puede que lo escuche la gente verdaderamente importante: la que está ahí fuera.
Un periodista al que aprecio mucho me transmitió hace algunos días un mensaje de un viejo amigo suyo que militó en el PSUC; un hombre honrado y con buena voluntad. Este hombre le decía a mi amigo periodista que si los de Unidos Podemos queríamos ganar en respetabilidad, deberíamos facilitar su investidura, señor Rajoy.
No se alboroce usted. No vamos a seguir la recomendación de este hombre, pero le confieso que me ha hecho reflexionar y quiero compartir mis reflexiones con usted.
Algunos en la izquierda creyeron durante mucho tiempo que la respetabilidad en política se gana cuando los poderosos te reconocen.
Seguro que si hoy se lo pusiéramos fácil, señor Rajoy, los señores del IBEX 35 dejarían de considerarnos unos «peligrosos populistas» y darían la orden de que se nos tratara mejor.
Pero nosotros no somos así y creo que no miento si le digo que, desde que nacimos, hemos demostrado algo: a nosotros no se nos compra, ni cedemos ante las presiones o los insultos de los poderosos y sus asalariados.
Nadie en España concibe la posibilidad de que nosotros vayamos a renunciar a nuestros principios y a faltar a nuestra palabra para ponérselo fácil a usted. ¿Y sabe qué? Estoy orgulloso de que así sea.
Estaba claro que Ciudadanos cumpliría las órdenes que les dieron desde arriba y le apoyaría.
Estaba claro que Coalición Canaria sería también su bastón.
Hoy se especula respecto a lo que hará el PNV después del 25 de septiembre. Ayer el señor Esteban decía que estaba muy cabreado. Espero que su cabreo no fuera sobreactuación, porque no sería la primera vez que vemos al PNV votar una investidura del PP. Y quiero pensar que el cabreo era sincero, porque nada haría más daño a Euskadi y a los vascos que un gobierno del PP y C’s.
También se especula sobre lo que hará la nueva Convergència, que tuvo que pasar vergüenza en Cataluña por haberles apoyado con su «voto secreto» en la elección de la Mesa de está Cámara.
Y a partir del viernes, por supuesto, se recrudecerá el debate sobre si el Partido Socialista debe apoyarle, señor Rajoy.
Y, sin embargo, nadie duda en España de que nosotros con ustedes no vamos a ir ni a la vuelta de la esquina. Nadie duda de que nosotros siempre estaremos frente a ustedes, de que somos su antagonista. Me enorgullece que así sea, señor Rajoy.
Nosotros no queremos, señor Rajoy, la «respetabilidad» que da el reconocimiento de los poderosos. Al contrario: como dijo el fundador del Partido Socialista, merecer el odio de los que envenenan al pueblo es la mayor de las honras. Y nosotros tenemos la suerte de que los poderosos cada día nos honren.
La respetabilidad no la da la habilidad en el juego parlamentario, ni tragarse los sapos que imponen los ricos. La respetabilidad en política la da poder mirar a tu gente a la cara y decirles: yo estoy aquí por ti y para ti.
Nuestra gente es la gente corriente, la gente de los barrios y de los pueblos de este país de países. Nuestra gente se levanta temprano para ir a trabajar, para buscar trabajo, para sacar adelante su pequeño negocio. Nuestra gente son los y las jóvenes que han tenido que emigrar, nuestra gente son quienes sufren aquí el paro y la precariedad.
Nuestra gente son las familias desahuciadas; los abuelos y las abuelas que estiran su pensión para ayudar a sus hijos y nietos.
Nuestra gente son las mujeres que tienen que sacar adelante solas a los suyos, o atender sin ayudas a un familiar dependiente.
Nuestra gente son las maestras y los maestros; los profesionales de la sanidad; los ciudadanos de uniforme que muchas veces se ven obligados a trabajar sin chalecos antibalas; nuestra gente son los estudiantes sin becas.
Y esa es la gente a la que queremos mirar a la cara con orgullo. Y esa gente sabe, incluso si no nos vota, que nosotros no traicionamos nuestra palabra ni nuestros principios. Eso es la respetabilidad, señor Rajoy.
Por eso hoy quiero hablar para ellos y para ellas.
Usted sabe que vamos a votar en contra de su candidatura y sabe que nos va a tener enfrente siempre, pero hoy quiero recordarle por qué es así, señor Rajoy.
Ayer se atrevió usted a reivindicar la soberanía y el constitucionalismo.
Usted, que representa a un partido fundado por ministros de una dictadura, cuya fundación de pensamiento se llamó durante años Cánovas del Castillo, una respetable figura que despreciaba el sufragio universal.
Usted, líder de la tradición conservadora que arranca en el «vivan las caenas», habló ayer de 1812.
Usted no es la Pepa ni es de ninguna Constitución. Usted es más de Carta otorgada: otorgada por Merkel.
Usted habló ayer de la soberanía, en el aniversario de la reforma constitucional del artículo 135 que pactaron ustedes con el PSOE sin consultar a los ciudadanos.
Decía usted ayer que el derecho a decidir corresponde al pueblo español, cuando usted es responsable de haber entregado ese derecho a la señora Merkel y a los poderes financieros.
Que ustedes sigan gobernando será un desastre para la gente corriente.
Con ustedes a los mandos del gobierno ha aumentado el número de ciudadanos en riesgo de pobreza, así como el número de hogares que no llega a fin de mes, y ya casi la mitad de las familias en España no puede permitirse ni una semana de vacaciones… Son datos del informe Foessa de este año, señor Rajoy.
Con ustedes a los mandos del gobierno ha habido recortes en santidad y en educación, se ha reducido el número de personas que trabaja, han empeorado las condiciones y los salarios para las que aún trabajan, y seguimos teniendo niveles de paro —en especial entre los jóvenes— escandalosos. Gracias a ustedes, señor Rajoy, encabezamos las estadísticas europeas en desigualdad.
Con ustedes, mientras la mayor parte de la gente veía empeorar sus condiciones de vida, peligrar su futuro o se asomaba al abismo de la pobreza, el número de millonarios aumentaba en España y los ejecutivos del IBEX veían crecer sus salarios.
Según el BBVA, poco sospechoso de lo que ustedes llaman «populismo», desde que ustedes gobiernan tres millones de españoles se han caído de la clase media.
Ustedes recortaron las partidas destinadas a la prevención de la violencia machista y a la promoción de la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres.
Hablar de su gestión es hablar de corrupción. La corrupción está en los genes de su partido, señor Rajoy, desde que lo fundaron exministros vinculados al más corrupto de los regímenes que ha existido en nuestro país.
Usted es gallego y hasta a usted mismo le escandalizaron en su día ciertas prácticas de su partido en Galicia, donde hoy llevan de candidato al amigo de un narcotraficante.
La corrupción no es exclusiva de su partido y no estoy pensando solo en tres por cientos y en los ERE. Que en España haya hoy decenas de exministros y expresidentes en Consejos de Administración de empresas del IBEX 35 es una forma de corrupción legal y un insulto a la democracia.
Pero lo de ustedes es especial: ustedes han naturalizado la corrupción como una forma de gobierno en la que mandan los que no se presentan a las elecciones.
Por eso, que presuman hoy ustedes de un acuerdo con C’s que incluye medidas contra la corrupción es una burla indecente.
Se lo diré sencillamente: no les creo. Es mentira que ustedes vayan a combatir la corrupción porque ustedes son la corrupción, señor Rajoy.
Señor Rajoy, usted sabe —como sé yo— que el acuerdo que ha firmado con C’s no va a ninguna parte, pero aun así lo hemos estudiado al detalle.
En lo que se refiere a las medidas contra la corrupción, donde se supone que C’s les ha arrancado tantos compromisos, su acuerdo habla solo de la «separación inmediata de cualquier cargo público al que se haya imputado formalmente por delitos de corrupción política», pero no detalla cuáles son esos delitos.
El acuerdo se aplica solamente si el imputado ha robado o financiado ilegalmente a su partido. Esto quiere decir que un procesado por malversación y prevaricación no necesita dimitir. Lo mismo que un imputado por defraudar a Hacienda.
Con su acuerdo ni Chaves ni Griñán, ni Lucía Figar, ni Salvador Victoria, ni Jaume Matas, ni José Luis Baltar, ni Bárcenas habrían tenido que dimitir.
En materia laboral, su acuerdo consolida y endurece lo peor de sus reformas laborales gracias a medidas como el nuevo contrato temporal, la mochila austriaca o el complemento salarial. Se niegan a recuperar la negociación colectiva, siguen abaratando el despido y no recogen medidas para enfrentar las muertes en el tajo. Llevamos casi quinientos trabajadores muertos en los últimos doce meses.
En su acuerdo no se plantean cambiar el artículo 135 de la Constitución española, que prioriza el pago de la deuda; ni hay en él ningún cuestionamiento a la Ley de Estabilidad Presupuestaria. Ustedes y su filial naranja pretenden seguir aplicando una política económica cuya prioridad absoluta sea reducir el déficit público. Usted sabe que eso solo puede hacerse reduciendo también significativamente el peso del gasto en el PIB, haciendo inalcanzable el supuesto objetivo de recuperar el gasto por habitante en educación y sanidad.
El documento que han presentado renuncia a una reforma fiscal que mejore la progresividad y asegure los recursos suficientes para financiar los servicios públicos y revertir los recortes.
Respecto a las políticas sociales, las cifras que aparecen en el anexo «Dotación presupuestaria» ponen de manifiesto la escasa ambición del supuesto «plan de choque social». No se establece ningún compromiso sobre el Salario Mínimo Interprofesional, ni hay un plan de renta garantizada que permita luchar de verdad contra la pobreza. El complemento salarial se convierte en una subvención con fondos públicos de los salarios bajos pagados por los empresarios.
En lo que se refiere a la lucha contra la violencia machista, únicamente contemplan el aumento de recursos y partidas para los Juzgados de Violencia, de lo cual nos alegramos, pero no concretan las partidas presupuestarias. Predicar la igualdad suena muy bonito, pero lo que cuenta, lo que salva vidas, es financiarla. Estamos cansados de escuchar buenas intenciones que luego desaparecen en los presupuestos.
Su documento habla de garantizar la universalidad de la cobertura del Sistema Nacional de Salud para todos los ciudadanos. No queda claro si supondría la inclusión de los trabajadores migrantes en situación irregular, lo cual resulta vergonzoso. Para que la universalización de la atención sanitaria sea una realidad, habría que derogar el real decreto de 2012 y evitar que la sanidad privada siga parasitando nuestro sistema público.
Con respecto a las pensiones, en su acuerdo no se revierten los aspectos lesivos de las reformas ya aprobadas. No solo han vaciado ustedes la hucha de las pensiones, además se niegan a garantizar el poder adquisitivo de los pensionistas.
La política territorial de su acuerdo apuesta por seguir la senda de irresponsabilidad que ha provocado fracturas sin precedentes en nuestro país. Bajo las rúbricas de «armonización y coordinación, y de garantizar la estabilidad presupuestaria y su control», se refuerza el ahogamiento del modelo autonómico y la recentralización.
La apuesta por el trilingüismo encubre una enmienda al modelo de inmersión lingüística en Cataluña, adoptado democráticamente y que ha tenido un enorme éxito integrador. Ustedes no entienden que el nuestro es un país plurinacional. La fraternidad entre los pueblos y las gentes de nuestro país se construye con mecanismos democráticos y no con imposiciones, señor Rajoy.
En lo relativo a una de sus propuestas estrella, la elección del CGPJ por parte de la propia judicatura, su acuerdo nos retrotrae treinta años, pues en 1980 se estableció sobre la falacia del poder judicial «apolítico», y el resultado fue el contrario: marcadamente conservador.
El Consejo General del Poder Judicial es un órgano de gobierno, no un órgano de representación. Tiene que defender la independencia judicial, nombrar a los altos cargos judiciales y sancionar las faltas que cometan. Una función tan esencial no puede estar solo en manos de los jueces, ni tampoco en manos de los partidos tradicionales que pervirtieron el sistema para premiar a los jueces obedientes, dependientes, y para castigar a los jueces incómodos.
De los 150 puntos acordados por ustedes solamente 6 hablan de política exterior. No se menciona a América Latina, que curiosamente fue un tema tan recurrente en la campaña electoral. Tampoco hablan ustedes de los refugiados por los que habitualmente lloran lágrimas de cocodrilo sin cumplir sus compromisos. Solo mencionan a la Unión Europea y a la OTAN, y apuestan por una errática y torpe estrategia de lucha contra el terrorismo basada en el populismo punitivo y las intervenciones militares que se han demostrado ineficaces. Su política exterior se resume así: ningún cambio en Europa, más belicismo y nada de cooperación.
Por cierto, ustedes siempre han sido favorables al TTIP. Querría saber qué es lo que piensa usted hoy de este tratado, señor Rajoy, a la vista de lo que hemos escuchado en Alemania y en Francia.
El acuerdo que nos han presentado, señor candidato a la presidencia del Gobierno, no solo va a ser incapaz de hacerle a usted presidente, sino que además representa la voluntad de continuar —junto con su equipo filial— por la senda de la ineficacia económica, la injusticia social y la corrupción. Ayer sonaba usted al Aznar del «España va bien». El problema es que su idea de España deja fuera a la gente. Me indignó escucharle decir que hace falta un gobierno que tranquilice a los inversores y a los socios europeos. Lo que hace falta es un gobierno que dé la cara por su gente.
Por eso le digo que vamos a votar en contra de su candidatura y le aseguro que nuestra posición se va a mantener. Es una cuestión de respetabilidad.
A nosotros no nos va a escribir editoriales el señor Cebrián para pedirnos que le apoyemos. Las élites, esas mismas que le llegaron a presionar a usted para que se echase a un lado y favoreciera así una gran coalición, saben que nosotros no cedemos. Merecer el odio de esas élites significa para nosotros ser respetables, señor Rajoy.Señor Albert Rivera: ya se lo dije en un debate, usted no es ni de izquierdas ni de derechas, usted es de lo que haga falta y de lo que le ordenen desde arriba, porque usted no manda ni en su partido.
Le iba a decir que es la marioneta gatopardiana de las élites, pero creo que me entenderá mejor si le digo que es usted el chicle de MacGyver del régimen: vale usted para todo.
Incluso en estos días ha llegado a reconocer que, por España, ha perdido la credibilidad. Casi ha escrito usted su propio epitafio: «perdí la credibilidad por dios y por España».
Y es que lamento informarle de que su papel en nuestra historia política se está agotando. Ustedes nacieron para frenar el cambio y para ser la muleta de lo viejo. El otro día lo reconocía con singular desvergüenza la señora Villacís: «Nuestro objetivo era evitar que Podemos gobernara», nos dijo…
De momento lo han conseguido, pero me temo que la burbuja naranja se está desinflando y este intento fallido de investidura va a dejarles a ustedes ocupando el papel que les corresponde. Es lo que tiene el chicle de MacGyver… dura lo que dura…
Usted se ha declarado admirador de Adolfo Suárez y recuerdo que le citó en la última investidura en la que ustedes hicieron otro de sus «exitosos» pactos.
Supongo que el Suárez que usted admira es el Suárez que fue presidente mientras le apoyaron Juan Carlos de Borbón y los poderes fácticos y que empezó a dejar de serlo cuando ya no les era útil y tomaba sus propias decisiones.
Ahora le va a tocar fijarse en un Suárez con más mérito: el que fundó el CDS en 1982. Porque me temo que, en el futuro, no va a jugar usted más papel que el que jugó el CDS. Por cierto, uno de los mayores colaboradores de aquel meritorio Suárez fue Mario Conde que, al parecer, le admira mucho a usted. Haría una pareja gloriosa con el señor Garicano.

Señor Pedro Sánchez: no sé si recuerda usted que desde esta tribuna le advertí de los peligros de la hipoteca naranja. Supongo que estará usted de acuerdo conmigo en que no han sido los socios más fiables y más leales. Es verdad que nosotros a veces decimos verdades incómodas y que no somos de poner la otra mejilla cuando se nos golpea, pero para enfrentar al PP y sus políticas nosotros sí somos de fiar.
Y usted lo sabe; lo ha visto en los Ayuntamientos del Cambio y en varias comunidades autónomas.
Me hago cargo, señor Sánchez, de que su posición es muy incómoda. Las elecciones del 20D cambiaron el sistema de partidos en España y obligaron a su partido a elegir. A elegir entre construir el futuro con el PP o construirlo con nosotros.
En las inmediaciones de su propio partido algunos quisieron incluso prohibirle gobernar con nosotros. Usted no ha sido capaz de elegir y por eso estamos en la situación en la que estamos.
Pero hoy voy a elogiarle en algo. No estábamos seguros de que usted fuera a resistir las presiones de que ha sido objeto para que pactase con el PP.
Antes mencionaba los editoriales dictados por el señor Cebrián, pero las declaraciones de algunas viejas glorias de su partido entiendo que han supuesto una presión difícil de resistir y, sin embargo, hasta este momento usted ha mantenido su palabra.
Comprendo que no ha tenido que ser fácil. Por eso le doy las gracias, por no facilitar un gobierno del PP.
Pero ya es hora de decidirse, señor Sánchez. Algunos dirigentes de su partido dicen que usted no va a intentar un gobierno alternativo al de Rajoy. Eso significa apostar abiertamente por nuevas elecciones. Si esa es su apuesta, dígaselo claramente a los españoles hoy.
Nosotros sabemos que es difícil, pero estamos dispuestos a intentarlo con ustedes.
Si su apuesta son unas nuevas elecciones, permítame advertirle de que los ciudadanos no lo comprenderían y eso solo representaría una prórroga a la decisión estratégica que ustedes deben tomar: con el PP o con nosotros.
A pesar de nuestras enormes diferencias, de los agravios y de los recelos mutuos, creo que la realidad política y electoral nos debe empujar a buscar un acuerdo. Lo hemos logrado en muchos ayuntamientos y comunidades autónomas, y estoy convencido de que también lo lograremos muy pronto en Galicia.
Hoy va a verse aquí una mayoría de diputados y diputadas votando en contra de la investidura del PP. Creo que, con ellos, debemos intentarlo. Decídase, señor Sánchez.

Señor Rajoy: hoy va a perder la votación, igual que la va a perder el viernes. Nosotros estamos dispuestos a intentar construir una alternativa a ustedes.
Pero si no lo conseguimos, si logran ustedes torcer el brazo al Partido Socialista o si este nos lleva a nuevas elecciones, nosotros vamos a seguir trabajando para ganarnos la respetabilidad de la gente por la que estamos aquí y para la que estamos aquí.

Hay un hombre del que he aprendido el significado de la respetabilidad al que hoy quiero homenajear aquí. Ojalá pudiera sentarse en este hemiciclo. Julio Rodríguez, un profesional brillante, con la vida resuelta, dio un paso adelante. A cambio de nada recibió insultos y vio cómo su Gobierno, señor Rajoy, pretendía de la manera más vil degradar su prestigio al expulsarle del Ejército. Frente a la indignidad de su Gobierno, Julio representa para mí la respetabilidad y la decencia; el espejo en el que queremos mirarnos.
En España hay muchas mujeres y muchos hombres como Julio. Gente decente, valiente, honesta, corriente, que se merece algo mejor a lo que ustedes representan. Estamos aquí por ellos y ellas.
Llegamos hasta aquí empujados por la gente, diciendo verdades como puños y hoy constituimos un espacio político más amplio, que reconoce la diversidad y la plurinacionalidad de nuestra patria y que —tarde o temprano— gobernará.
Me enorgullece haber contribuido a hacerlo posible y a que, a pesar de todas las dificultades, en mi país haya hoy una opción política con posibilidades de gobernar que se enfrente abiertamente a ustedes, señor Rajoy.
A muchos de ustedes les ofendió que algunos de nosotros levantáramos el puño en esta Cámara en la que por tanto tiempo la corrupción, la mentira y la cobardía camparon a sus anchas. Hay símbolos que para algunos son viejos… Yo pienso, como Carlo Levi, que el futuro tiene el corazón antiguo y que hay gestos que rinden homenaje a lo mejor de nuestra historia, de nuestra patria y de nuestros pueblos.
Ayer se conmemoraba el Día Internacional de los Desaparecidos, y España encabeza el siniestro ranking europeo en número de fosas comunes. En el mundo solo nos supera Camboya. Que no triunfe nunca el olvido… Porque fueron somos, porque somos serán.