Los períodos preelectorales se han convertido en la vorágine derrochadora por parte de los Gobiernos de las tres Administraciones Públicas, la única época durante la que realmente el contribuyente consigue cierta satisfacción por ver, que es de lo que se trata, como revierten sus tributos.
Por el espacio de tiempo transcurrido son muchos los ciudadanos de a pie en numerosos municipios españoles, y particularmente de Almería y su provincia, que empezaron a quejarse por la demora en la conclusión de las obras, generalmente iniciadas el último año de la pasada Legislatura Municipal y empiezan a ver como su Ayuntamiento recupera su iniciativa inversora. Las obras postergadas en estos últimos años se tuvieron que paralizar por inexistencia de financiación debido a la profunda crisis económica que hemos padecido, porque parece que los comicios electorales han estimulado la salida de la crisis, como si entre la crisis y las elecciones hubiere habido un acuerdo previo, porque nada más aparecer éstas ha desaparecido aquella.
Así, pues, durante la primera mitad de la Legislatura Municipal, es decir en los dos años siguientes a las Elecciones Municipales pasadas o en los dos primeros años del actual mandato, la escasez de obras públicas, aquellas que repercuten directamente sobre un amplio sector social de la ciudadanía en el municipio, es considerable, y puede decirse, sin temor a ser desmentido, que se anulan o paraliza la actividad, quedando solamente, siempre en términos generales, las obras post-electorales, aquellas que no dieron tiempo a finalizarlas en plena campaña electoral y aún siguen, en algunos casos perdurarán hasta la siguiente convocatoria electoral. Ello provoca, como no podría ser de otra forma, la irascibilidad de la ciudadanía a la que se pretendió condicionar malévolamente su voto por la dichosa obra que está durando más de lo debido y en la que generosa y benévolamente confió.
En Almería ciudad son numerosas las obras que comenzaron sin la financiación adecuada, como ha sucedido en otros municipios, y las consecuencias que ahora derivan de esa intencionalidad, políticamente malévola, es que está produciendo un profundo malestar a la ciudadanía que en esa zona reside o por ella transita, como en Pescadería y Ciudad Jardín. Ya fue Almería señera en la prolongación sine die en el tiempo de obras electorales como el Paseo de Almería por Juan Megino y el aparcamiento de Obispo Orberá por Santiago Martínez Cabrejas, de las que tomó buena y debida nota el almeriese de a pie, como recordará el amable lector que distrae su tiempo en este espacio periodístico, retirándoles la confianza.
Basta con darse una vuelta dominguera por los distintos y diversos pueblos de nuestra provincia para observar la ingente cantidad de obras electorales, y por ende mastodónticas e inoperantes, que comenzaron antes de las Elecciones Municipales y se encuentran paralizadas o llevándose a ralentin, causando, como digo, molestias tan generalizadas como pretendían ofrecer con su servicio. En términos futbolíticos sería una sinvergonzada política de los que he venido en llamar poltroneros, es decir de aquellos personajes que han hecho de la actividad política su modo de vivir o de superarse social y económicamente, y que como se está viendo padecemos los ciudadanos de a pie, pero que lejos de explicar lo ocurrido en el pueblo o ciudad durante estos últimos cuatros años volverán demagógicamente a embaucarnos y a comprarnos en el mercadillo del voto para resultar reelegidos por una falsa, en muchos casos, voluntad popular, degradando la cada vez más maltrecha democracia que a pesar de sus dificultades y contrariedades es lo mejor de lo que hemos tenido y tendremos, por lo que en un brindis en su honor servirá para conseguir pegar al sillón de la Alcaldía a algún tétrico personaje.