Estos especímenes que vengo llamando palmeros y pesebreros suelen aflorar con especial intensidad y extensión en circunstancias vitales para su supervivencia, como son ante las campañas electorales, tras la jura del Presidente del Gobierno y durante eventos, deleitándonos plenamente en justa correspondencia por sus más conspicuos representantes.
Es, por consiguiente, éste uno de los momentos en que se manifiestan los palmeros y los pesebreros con más fervor y con todo su esplendor, y no tienen más mérito que aplaudir con intensidad y gran volumen a quien les ofrece el pesebre en sus múltiples facetas y muchos de ellos acaban con las manos ardiendo y la carraspera atribuida a las vicisitudes climatológicas.
Todo un deleite ver por televisión y en directo la intensidad y el tiempo con que los pesebreros y palmeros, el orden de los factores no altera los sumandos, indican el grado de aceptación o repulsa de los oradores, que, como si emulando una obra de teatro se tratara, leen el guión a tropezones o en estado de éxtasis lanzan sus soflamas al respetable.
No menos cierto es que poco esfuerzo se necesita para convencer al respetable, y así viene demostrándose campaña tras campaña, porque los resultados electorales vienen conociéndose con antelación, salvo honrosas excepciones. Por lo que estos actos políticos parecen, o sin duda alguna, estar destinado a insuflar ánimos a los asistentes, que previamente ya cuentan con la decisión. La prueba evidente de que la decisión está adoptada antes de que el indicador lo visualice es que se acude con cierto relajamiento y sin el estrés que cualquier hiperactividad genera, antes bien se cuantifica el resultado en función del pesebre, que cuenta con su mayor exponente en estos comicios electorales locales.
En los comicios electorales generales, autonómicos o locales pueden producirse abandonos en el pesebre, por mucho que en los palmeros no se manifieste. Esta inseguridad que provocaron en España los comicios electorales ha producido un ejercicio de captación pesebril muy por encima de lo que se venía practicando y podía vaticinarse.
Tal es el grado de captación de votos que se llevó a cabo mediante trueque en el más amplio significado de la acepción, produciéndose dantescas situaciones que dejan las prácticas bolivarianas en ridículo. Justamente son los palmeros y los pesebreros, en mi opinión, los que determinaron los resultados electorales en los pasados comicios locales, en un ejercicio cívico que asépticamente ha quedado irreconocible y en una fiesta que en su práctica solo sirve para embriagar a los detractores.
Entre tanto, durante un tiempo estamos volviendo a vivir en un estado de gracia y de gloria, en el que escuchamos la mayoría de los sueños y divertidamente amenizados por las palmas de los pesebreros y la música celestial de los dioses que nunca pensaban llegar a tanto ni en el tendido quedarnos con menos, lo que se manifestarán durante estos días de reflexión para los católicos y de ferviente inconsecuencia para los recoge votos.