Me resultó sumamente grato escuchar al Cardenal Roucco Varela referirse al movimiento juvenil 15M como una consecuencia del espíritu y del alma, lo que, independientemente de las causas que lo originaron, que, en mi opinión, para nada se corresponde con lo espiritual, supone una aportación más a lo que vengo denunciando cada vez que se me brinda la ocasión y que es la sociedad sin valores que se ha construido.
Y en la construcción de esta sociedad de valores que se ha construido, y que yo vengo denunciando, tiene mucho que decir la Iglesia Católica, y para no ser sumamente injusto su dirección en España, que parece estar más preocupada por la política y lo material que por reconfortarnos el espíritu, estando seguro de que si se preocupara más de reconfortarnos el espíritu conseguiría tener más seguidores y tener un papel más relevante y determinante en la sociedad actual.
Olvidándome por obvio como creyente de disquisiciones religiosas, resulta fácilmente constatable la influencia que en la sociedad actual tienen determinados comportamientos llevados a cabo justamente, y ahí están sus protagonistas, por la clase dirigentes de organizaciones políticas que utilizan la religión para sus fines políticos. Desafortunadamente, haciendo honor del viejo dicho de nuestro viejo refranero “todos los caminos conducen a Roma”, todo nos conduce a la política, no ciertamente a la política como concepto sino a la clase política. Y son los personajes políticos los que marcan pautas sociales como líderes de opinión que en cuanto a lo social han conseguido quedarse en exclusiva con ese liderazgo en contraste con otras épocas de la Historia de España en las que era compartida y en su nivel de responsabilidad bien podríase haber establecido un debate pero no haber dejado la exclusividad a los personajes políticos.
Es sin duda la consecuencia, desde mi punto de vista, lo que nos ha abocado a la sociedad sin valores que se ha construido y padecemos, en la que los valores morales sobre los que se asentaba la sociedad española tradicional no solo han desaparecido sino que están siendo descalificados.
Con esta filosofía de acción política se han podido observar bochornosos espectáculos como ejemplos en los que ningún españolito o españolita civilizado debiera reflejarse. Insultos y agresiones verbales, acusaciones con las que nos hemos llevado más de uno las manos a la cabeza, se han llevado a cabo por la clase política, que en pueblos y ciudades ofrecía como filosofía de su acción política la inexistencia de la honradez, razón por la que todo vale para conseguir el Gobierno cualquiera que fuere su ámbito. Y si esto llega a los cuadros organizativos más bajos, dígaseme de qué valores se pretende dotar a la sociedad española.
Expresiones y excesos verbales que no dejan de ser meros gestos tan repugnantes como detestables pero que no llegan a alcanzar las cotas que ha alcanzado la que he venido en llamar la Legislatura de la Corrupción y que se ha saldado con el jaleo popular más estruendoso para los candidatos ‘amigos de lo ajeno’ que han visto incrementado su apoyo popular en un ejercicio y en una constatación del ejercicio de la moral y los valores que se han conseguido implantar en la sociedad sin valores. Este dato define y explica por sí solo la cantidad de valores existente en la sociedad que se ha construido, con la consecución del mayor apoyo popular para las listas electorales con candidatos condenados y/o imputados judicialmente. Pero lo grave no solamente es que se desee sustituir la Justicia por el apoyo popular sino el asentimiento generalizado con honrosas excepciones. Como diría el castizo, ¿de qué nos quejamos?. Aquí nos encontramos con la manifestación más elocuente y exponente de los valores que tiene la sociedad que se ha construido.