Rememorando la celebérrima frase de Alfonso Guerra atribuyendo una acuciante necesidad de que la España post-franquista recobrara el signo de la normalidad democrática que imperaba en la Europa Occidental, no soy de los que piensan que Andalucía necesite una pasada por la Derecha por saludable políticamente que sea en un sistema de libertades públicas.
Y no lo pienso porque las causas que determinaron el cambio en la sociedad española son bien distintas como alejadas entre sí. Tan alejadas como sus protagonistas lo están, mientras que en octubre del 82 lideraba el cambio una clase política joven e idealista que se vio en la necesidad de abordar a velocidad el pragmatismo, en la actualidad la clase política que va a gobernar Andalucía está viciada por las circunstancias le están obligando a ideologizarse, clasificarse y desinteresarse.
La alternancia política en el Gobierno es justamente uno de los pilares de los sistemas políticos libres y una consecuencia de esta práctica, lo que inconscientemente se viene a rebatir por el vicio que posee esta clase política que gobernará la Junta de Andalucía. La inexistencia de límites en los mandatos de Gobierno no debe erigirse en argumento cuando quien lo sostiene alberga en su seno gobernantes más longevos políticamente si caben que lo reprochado al adversario.
Lo que no entiendo es que la larga permanencia del PSOE en el Gobierno de la Junta de Andalucía sea un defecto sumamente pernicioso para el que fuera primer grupo político en la Oposición y no lo sea cuando estén sus Alcaldes incluso desde la restauración de las libertades públicas en España. Este matiz no consigo asociarlo, porque desde mi punto de vista el ámbito geográfico no debe ser una justificación y en este caso parece ser la única que sostiene el que para el primer grupo político en la oposición sea válido el Gobierno prolongado en un municipio y no lo sea el del adversario político en el Gobierno de la Junta de Andalucía. Incongruencias e incoherencias como ésta son las que devalúan también a la clase política dirigente.
Pero hay una razón, en mi opinión, que neutraliza todo argumento contra la longevidad en el Gobierno, en este caso de la Junta de Andalucía, y es la sociedad a la que se gobierna, que en expresión de cursilería político-legalista serían los gobernados y gobernadas, y precisamente éstos y éstas no contienen un estado de ánimo similar a los aspirantes a gobernarlos y a gobernarlas, a diferencia muy contrastada del que poseían en la década de los 80 cuando se produjo el cambio en el más amplio sentido de la acepción ya que fue entonces cuando se construyó el Estado del Bienestar del que gozamos y que ahora pretenden recortarlo.
Ha sido, entiendo, una demanda perentoria de los andaluces y de las andaluzas cambiar a Susana Díaz por Juanma Moreno, máxime, en un momento en el que los servicios sociales son los más necesarios por mucha crisis económica que se le atribuya a su déficit, ya que no tanto como desde el Gobierno de la Nación se puede contribuir a salir de ella pero sí muchísimo se puede conseguir a que los efectos sean tan profundos como en otras Comunidades Autónomas. Ciertamente lo que está empezando a existir en las andaluzas y en los andaluces, de toda clase y condición social, es preocupación e incertidumbre.