“Siempre por el mar y pisando los charcos, llegando a la verdad por direcciones prohibidas”. Comparsa Los Peregrinos
Lo bueno de vivir en una pentamilenaria Nación tan alienada y colonizada como Al-Andalusía es que aquí no necesitamos enemigos exteriores. Nosotros mismos nos bastamos para buscarnos la ruina. Podemos convertir aparatos depredadores de poder y riqueza, como el extranjero Vaticano y sus sectas saqueadoras, en la quintaesencia del costumbrismo cañí ‘andalucista’. Así se esbozan las más fútiles excusas, en un Estado presuntamente aconfesional según su ley de leyes, para justificar la imposición de una medalla a una estatua sacralizada, en ese Ayuntamiento gaditano gobernado por el ‘partido laico’ -según fingen- Unidos Podemos, con ayuda de la PSOE.
El sectarismo disfrazado de populachero no se ruboriza ni a brochazos de pintura color tomate en la jeta. No nos toméis más por pardillos, desvergonzados lavasables de la sotana. La ‘iniciativa popular’ para la concesión de una medalla al ídolo venerado, exvoto al clero camuflado con supersticioso subterfugio, partió de la Orden de los Dominicos, la cual aunque pudiera parecer a algún antropólogo de faralaes que forma parte del acervo indígena, para otros sin tragaderas rojasmarquianas era la principal artífice histórica de la genocida Inquisición.
El problema de por qué no se afianza en nuestra tierra una izquierda vertebrada en lo andaluz, consiste en la banalidad amoral de los satélites de partidos centralistas comulgando con Roma y un neofalangista ‘andalucismo’ de sacristía. El trío lalalá de Kichi, su compi la Rodríguez y el capitán araña Coletas, con su barata lírica demagógica farfullando excusas para hacernos tragar sapos nacional-católicos, no es de recibo. Se quedan a la misma altura que la Gusana y su subalterna la tránsfuga Joaquina Rosa Aguilar detrás de la procesión, con el fondo de cultura marxista de su mocedad apolillándose en el desván.
La incoherencia, unida a un absoluto desprecio por una real democracia, provoca una desafección creciente de la política, sobre todo entre los más jóvenes. Si bien puede ser lo que busca la castuza amancebada con los poderes fácticos, tras encalomar con patrañas voluntaristas y promesas vanas a su electorado. Así se expande un caldo de cultivo, el del nihilismo, ya detectado desde antaño por el gran escritor republicano Francisco Ayala, en un viaje de incógnito, entre la sedicente oposición al franquismo de su tiempo. La ecuación no falla. A más hipocresía de los gerifaltes y ejerciendo con cinismo tropelías a cada vez mayor escala, con plena impunidad, la apatía, el hastío imperan. Y en medio del ‘orden’ de los sociópatas vampirizando las instituciones, con sólo movilizar el voto del geriátrico y el de los analfabetos funcionales, basta para mantenerse en la poltrona. Quien tenga alguna duda, conteniendo las náuseas, puede echarle un vistazo al Canal-Sur (…sana), el cual produciría sonrojo a los retrasados mentales si tuvieran el mal gusto de zamparse sus pamemas.
Porque a pesar de lo que pueda parecerles a los ‘ingenieros sociales’ del baratillo por vocación y demás escoria goebbeliana patria, Cádiz no es sólo ‘católica’. Cádiz es sobre todo una ciudad morisca o andaluza, euro-americana, carnavalera, sefardí, protestante, euro-africana, agnóstica, atea, panteísta, dionisíaca, animista, mágica, enamorada de la cultura y de la ciencia, libertaria, de poético espíritu amante del mar y de estrellas invisibles, la del culto a los atardeceres que anuncian la inmortalidad. Todo eso e infinitamente más para nosotros es Kái (‘Cádiz’), la ciudad natal de mi abuelo Emilio, abnegado médico después en Sierra Morena. Allí abrió los ojos por vez primera, en mi ciudad atlántica del alma, la que me produce temor ir a visitar al no poder contener las lágrimas, al ver la mediocridad en la que la sumen los ensoberbecidos progres vendidos, pasteleando con sus señoritos del capital y de la sacristía.
Podrá imponernos la chulería pedante de Kichi, de la Barbie Teófila o de la Gusana, una Kái aprisionada por prejuicios y miseria, pero aunque exhaláramos nuestro último aliento luchando en el último rincón del Barrio de la Viña, un día llegará la Hora de la Justicia para los andalusíes, a los que nos habéis humillado ya desde hace demasiado tiempo…
¡Kái, no te resignes de bajito cuerpo a malvivir siempre en la acera de los pobres! ¡Mándalos ya al carajo! ¡Viva Al-Andalusía independiente, laica y revolucionaria! ¡Venceremos!