Ha comenzado la campaña electoral que culminará el día 2 de Diciembre, con lo que el mes más sensible en lo personal para los andaluces y las andaluzas, en particular, nos lo harán vivir los candidatos y candidatas al Parlamento Andaluz con una retahíla de sueños que en su inmensa mayoría no veremos hechos realidad.
Pues bien, conviene recordar que el añorado ‘viejo profesor’ Tierno Galván decía que las promesas se hacían en campaña electoral para no cumplirlas, pero ya se ha llegado al extremo de que herir sentimientos con ellas, lo cual se viene convirtiendo en una práctica generalizada en nuestros gobernantes, especialmente en los municipales.
En la campaña estatal se hacen promesas como que en el punto más sanguinolento de la crisis económica se crearía, caso de ganar como así fue, la friolera de tres millones de puestos de trabajo, superando a los celebérrimos ochocientos mil de la antepenúltima etapa de ‘vacas flacas’. Pero como a cambio se obtuvieron en el último caso la sanidad universal y una pensión mínima pues pelillos a la mar, y a seguir hasta que el próximo pensó que sí antes no había ocurrido nada pues menos ocurriría después con una sociedad subvencionada, por lo que había que superar el listón. Me estoy refiriendo en estos dos casos a Felipe González y a Mariano Rajoy, que por proximidad a la actualidad pareció haber dicho ‘yo, más’.
La verdad es que es el único que recibió el castigo, porque nunca se había llegado a un grado tan elevado como intolerable de afección al españolito y a la españolita de a pie, con promesas que parecían insultos a la inteligencia colectiva y el aglutinamiento de la indignación masiva en un movimiento político. De este castigo que se le infligió a Mariano Rajoy, y que no tuvo más consecuencias, deberían aprender los demás.
Porque a medida que disminuye la circunscripción electoral es mayor el grado de afección al convecino y a la convecina, que en las Elecciones Autonómicas tiene que escuchar única y exclusivamente promesas que mientras los candidatos las están expresando están produciendo un manantial de rabia e indignación. Ante estos comicios electorales, que son los más cercanos, se están produciendo tal cantidad de promesas y de tal índole que provocan hilaridad e hieren los sentimientos más profundos. Y encima se genera este estado en personas del entorno social, lo que supone un plus mayor en esos sentimientos porque se parte de la base de que no serán cumplidas pero el solo hecho de haberlas formulado resulta suficiente para concederle una oportunidad.
Las Elecciones Autonómicas, por tanto, se han convertido, en mi opinión, en un juego de sentimientos, ya que no se votan las propuestas que hacen los Partidos Políticos para la región, provincia o la ciudad sino que se votan en función de la oferta personal mayor y más factible. Un juego de sentimientos que en cualquier país civilizado, a los que tanto se recurre a homologarse cuando les es necesario, produciría un estado de ansiedad colectiva que haría imposible su práctica. Aquí podemos encontrar, además del latrocinio imperante, otra causa de desapego ciudadano hacia la clase política y de indignación personal hacia nuestros personajes políticos que explican muchos comportamientos en el electorado.
En la actualidad no hay Candidato a la Presidencia de la Junta de Andalucía que se precie que no haga una promesa a su paisano o paisana, generalmente la que más afecte a los sentimientos, lo que conlleva un elevado grado de maldad cuando sabe por anticipado que la incumplirá. Con la que está cayendo en España, no hay provincia que escape a la lacra del desempleo, por lo que el bien más preciado y ansiado es un puesto de trabajo, justamente lo que el candidato de turno debe hacerle llegar y de manera personal para ver la cara que pone el votante que busca desesperadamente un puesto de trabajo y una vez conseguido el voto se alejará de su entorno.
Ha comenzado, pues la campaña electoral de las Elecciones Autonómicas y por consiguiente la retahíla de promesas, que en su práctica totalidad serán incumplidas, pero lo que a mí personalmente me producen mayor estupor e indignación es que todas esas promesas están enfocadas hacia los sentimientos, promesas en plural porque son numerosas al estar en función de lo que más afecte sentimentalmente al votante, por lo que cada provincia obtendrá la promesa personalizada. Y unido a la promesa sentimental se encuentra el voto comprado como en las Elecciones Municipales, considerable cuantitativamente por correo para no necesitar escolta, que se ha convertido en un medio menos problemático que al de la promesa.