La siempre dramática situación de nuestro mundo ha dado lugar a que muchas personas piensen que el mundo se puede acabar en cualquier momento. Sin embargo el mundo ya se acaba hoy para cada persona que muere de hambre o por falta de medicamentos, para cada río envenenado, con cada árbol que se tala en plena savia y con cada animal bestialmente asesinado para dar placer al paladar humano. Este mundo materialista se está acabando, no así la Tierra.
La frase «Los vivos envidiarán a los muertos» la encontramos en el libro de Jeremías en el Antiguo Testamento y con posterioridad en el Apocalipsis de san Juan, y en ella entendemos no sólo lo que, en base a la actuación del ser humano sobrevendrá a la humanidad, si no lo que ya ahora en pleno siglo XXI es una realidad para los 1000 millones de personas que diariamente luchan por sobrevivir.
Apenas habrá quien tenga dudas de que vivimos un tiempo de transformaciones, ya se inician considerables cambios, y lógicamente estos cambios llevan consigo miedo por las catástrofes que tal vez podrían sobrevenir. Pero si tenemos la valentía para dedicar unos minutos a informarnos sobre las noticias y pronósticos de futuro, tendremos aún la capacidad de adoptar algún cambio en nuestra vida. Al fin y al cabo se trata de nuestro futuro.
En los últimos años hemos presenciado sucesos espantosos, fatales acontecimientos mundiales, la destrucción de los sistemas de alimentación del ser humano. Con todo, lo que en algunos lugares de la Tierra es una realidad, seguirá cobrando actualidad en cada vez más escenarios. Pero de forma discreta un mensaje se extiende de forma inequívoca desde hace 40 años, consiguiendo alcanzar a cada vez más personas en todas las culturas y pueblos: El Espíritu libre, Dios, el Eterno, el Dios de Abrahán, Isaac y Jacob, ha llamado en este gran cambio de Era a un gran profeta para anunciar nuevamente a toda la humanidad la Palabra de los cielos. Es Gabriele, a través de la que el Espíritu Universal habla a través de la palabra profética y ofrece Su mano a todas las personas de buena voluntad. El Espíritu Universal ha manifestado sobre cómo los seres humanos podemos llevar una vida legítima basada en los Diez Mandamientos de Dios dados a través de Moisés y en las enseñanzas del Sermón de la Montaña, con toda libertad, sin ritos, sin dogmas, sin sacerdotes, sin todo el ritual de las religiones exteriorizadas, porque el Espíritu de Dios vive en cada ser humano, en lo más interno del alma.
Estimado lector, el Espíritu libre universal no es el dios de las iglesias institucionales. La Conciencia universal, Dios, no se deja encerrar en casas hechas de piedra, y mucho menos se deja encasillar por ritos, ceremonias y dogmas que provienen de los mismos sacerdotes de culto, inventados por seres humanos. El Espíritu de Dios sopla donde Él quiere. Y Él vuelve a manifestarse a través de boca profética.
En este tiempo de transformaciones, el Espíritu universal no deja solos a Sus hijos humanos, si no que nos ofrece lo que anunció Jesús de Nazaret en el sentido de las siguientes palabras: «Yo os enviaré al consolador eterno que os conducirá a toda la Verdad». Este tiempo en verdad ha llegado, y el Cristo de Dios ha hecho realidad Su Palabra, a través de boca profética Él ha regalado a la humanidad el cuerno de la abundancia de la Sabiduría divina. Así dio explicaciones e indicaciones sobre todos los ámbitos de la vida, así habló también sobre el estado del mundo, sobre el futuro de la humanidad y sobre lo que sobrevendrá a la humanidad si no cesa en su comportamiento bestial y cruel contra Su Creación.
Pero el que la palabra del Espíritu de Dios dada a través de Su portavoz Gabriele fuese rechazada por los, y tal como sucedió en todos los tiempos, encabezado por el sacerdocio institucional, tendrá consecuencias que ahora llegan a la humanidad. No es más que la cosecha de nuestra propia siembra. La humanidad por el momento lo llama de forma lapidaria «cambio climático», y sólo algunas voces aisladas hablan de «catástrofe climática», pero en realidad es muchísimo más.