La revisión de las altas como afiliados en la Agrupación Municipal del PSOE en Almería proyecta la certera imagen de una organización política dividida como se evidenció ante las primarias para la elección de Secretario General federal, lo que se pone de manifiesto que el PSOE se encuentra ante una encrucijada que no ha salido desde la dimisión de Rubalcaba.
La dimisión de Alfredo Pérez Rubalcaba como Secretario General del PSOE fue, desde mi humilde punto de vista, exquisita y solo se le pudo imputar el factor tiempo, mereciendo el aplauso sincero y generalizado porque volvió a su profesión en la Universidad y no se fue a una poltrona como asesor en lo que se ha venido a llamar puertas giratorias, que es lo habitual en la salida de los altos cargos públicos, lo que agrandó su figura y mostró una sensibilidad especial en los tiempos que corren.
Cuando dimitió Felipe González dije que su sucesor era rehén del hiperliderazgo que acababa y ahora manifiesto que el nuevo Secretario General está siendo víctima de los mecanismos de control establecidos en el seno de la organización política como son las cuotas, que permiten el establecimiento de grupos o familias que aseguran ese control, desde las Agrupaciones Locales hasta la Ejecutiva Federal.
Conocida es mi cabezonería, de la que desisto cuando se me convence con argumentos consistentes y no con meras negativas superficiales. Por ello pienso que el nuevo Secretario General tendrá que deshacer los mecanismos de control como es el de las cuotas, que sirven, como sostengo, para la formación de grupos para controlar la organización, auténtico cáncer, desde mi humilde punto de vista, con el que cuenta el PSOE y que ofrece un plus al adversario político al no tener su Presidente ningún compromiso que atender más que los que considere oportunos y no estar supeditado al interés del grupo o familia que lo aupó a la Presidencia.
El dirigente que ostenta esa libertad es el Presidente del PP, y es una evidencia que sus cualidades son determinantes para el cargo público a ostentar. Esto es lo que estoy criticando en el PSOE, que las cualidades no son necesarias para conseguir el Gobierno porque basta con haber conseguido el cargo orgánico para que la organización lo asiente en el cargo público.
Y sin menospreciar a ninguno de los potenciales candidatos a la Alcaldía de Almería que es la razón que ha provocado la nueva crisis interna en la Agrupación Local, lo que me atrevo a vaticinar que parece subyacer la pretensión de asentar al PP en la Alcaldía de la capital, se puede anunciar, sin temor a ser desmentido, que el vencedor será rehén de los grupos o familias que lo han apoyado y a cuyos intereses debe quedar supeditado, con lo que le provocará un distanciamiento del resto de los afiliados y afiliadas así como consecuentemente de la sociedad. Por consiguiente, estando en mi ánimo la renovación del PSOE, que, como vengo creyendo, no consiste en cambiar un dirigente de 60 por otro de 30 sino en cambiar los comportamientos y en ilusionar a la sociedad empezando por generar ilusión en sus compañeros y compañeras de organización política, resulta fácil vaticinar, y muy mucho me gustaría equivocarme, que lo que se va a producir va a ser un cambio de persona para que todo siga igual.
Por consiguiente, si eso sucediera nos quedaríamos con un PSOE víctima de los mecanismos de control como oficina de empleo y electoralmente a merced de la casualidad o del despropósito adversario pero sin la iniciativa necesaria y sin ilusión renovada que necesita para los más jóvenes como ocurriá en Roquetas de Mar. El PSOE debería ilusionar y sobre todo recuperar el principio de solidaridad que ha perdido, paradójicamente superado por su reiteradamente citado principal adversario político, porque las ideas socialistas están más vigentes en estos momentos por mucho que algunos interesadamente pretendan relegarlas.
En definitiva, amable lector que distrae su tiempo en este espacio periodístico, entiendo que el PSOE necesita la derogación de sus mecanismos de control que conforman los grupos o familias con lo que dejaría a sus dirigentes políticos con la libertad suficiente para luchar por la solución de los problemas de la totalidad sus afiliados y afiliadas y no convertirse en una oficina de empleo que se consigue desde las JJSS y se abandona en la pingüe jubilación que para sí desearían la inmensa mayoría de sus votantes como emolumento.