Viernes, 19 de Octubre de 1.973. Esta fecha ha pasado a la Historia de Zurgena, y del Bajo Almanzora por extensión, así como de Puerto Lumbreras y Campo de Lorca, al haberse cobrado más de cien víctimas en Puerto Lumbreras y seis en Zurgena, además de cuantiosas pérdidas materiales.
Por razones sentimentales no tenía pensado recordar esta fecha como no lo he hecho en estos treinta y nueve años, pero las inundaciones en Pueblo Laguna y la salida de la Rambla Nogalte en Puerto Lumbreras y Pulpí me indujeron a transcribir unos someros recuerdos que, como bien podrá intuir el amable lector que distrae su tiempo en este espacio periodístico, se hallan alojados en el más preciado rinconcito de mi corazón y cuyo trazado físico tuve que repetir por las mismas razones hace un lustro.
Pues bien, el año de los hechos se dio la circunstancia de haber sido nombrado Carrero Blanco primer Presidente del Gobierno del Régimen de Franco en treinta y cuatro años, lo que adquirió en el Régimen un valor político de importancia porque se vaticinaba en las conciencias de los españolitos y de la españolitas de a pie el final del Franquismo y permitió presumir que se estaba preparando el post-franquismo.
En el Gobierno de Carrero Blanco figuraba como Ministro de Educación el granadino Julio Rodríguez, un catedrático de Universidad del OPUS que impuso un revolucionario calendario universitario que discurriría con el año natural, de tal manera que el curso universitario empezaría en Enero y concluiría en Diciembre, pero la trágica muerte del Presidente del Gobierno impidió su implantación y este curso acabaría en Julio con lo que tan solo duró el tiempo de su promotor. Este comienzo de curso en enero supuso una prolongación de las vacaciones de verano hasta diciembre, pero por el arraigo de Granada me encontraba esperando madrugar lo suficiente para coger el Expreso de Barcelona para llegar a la capital de La Alhambra, único medio de transporte desde mi pueblo natal aunque bien cierto es que con cierta frecuencia se aprovechaba en la familia mi partida para coger La Autedia en Puerto Lumbreras, municipio en que disfrutaba de los veranos en el campo durante la infancia y la adolescencia.
Y en este contexto, a la una de la tarde me llamó mi madre para que viese como el agua del barranco había tumbado la pared de la Cruz de los Caídos y llenado de arrastres la Glorieta. Desde las ventanas del salón vi el espectáculo que hasta entonces no recordaba haber visto y salí al bar existente en la acera de la plaza. Solo unos minutos pudimos estar quienes nos encontrábamos en el muro de su terraza aposentados, porque la fortísima lluvia que empezó a caer nos ahuyentó literalmente y por su cariz no nos refugiamos en el bar sino que nos fuimos a nuestras casas.
Al llegar a casa me encontré con la preocupación en mi padre y en mi abuela por haber ido mi madre a la panadería, una de las cuales se encontraba en pleno cauce de la rambla y la otra en la parte alta del pueblo, El Calvario. En menos de media hora nos encontrábamos la familia mirando por la ventana del salón el aspecto que iba tomando La Glorieta, y mi padre determinó abandonar la vivienda por haber entrado el agua y empezar a subir su nivel, por lo que cogió la documentación más valiosa y salimos por la calle Calvario hasta el barrio del que recibe su nombre, un lugar a considerable altura al que llegamos justamente cuando las turbulentas aguas de la rambla comenzaban a entrar en la calle por detrás y con la preocupación de la suerte que podría correr un vecino que habíamos visto agarrado en un árbol de la plaza tras haber sido arrastrado por las escorrentías.
Los pueblos son, o eran, como una familia grande, y es la razón por la que se apodaban para identificar a sus miembros por contar muchos de ellos con los mismos nombres y apellidos. La confianza era mutua y siempre se estaba, o se está, ‘para las verdes y las maduras’, en castiza expresión, por lo que la familia nos refugiamos en la casa de un vecino de El Calvario y allí esperamos que escampara, no sin antes reseñar que en la huida se hacía irrespirable el ambiente porque el agua que caía era como un manto grisáceo que convertía en una titánica tarea la inspiración.
Se decía que habían sido 300 litros por metro cuadrado los caídos, pero las medidas históricas que aparecen tomadas aseguran que fueron la espectacular de 600 litros por metro cuadrado, la sexta en toda la Historia desde que el Instituto de Meteorología está contabilizando. Puede comparar el amable lector que distrae su tiempo en este espacio periodístico la magnitud de la lluvia caída con los nada despreciables 200 y hasta 300 que se han contabilizado el mes pasado en el Levante Almeriense, Bajo Almanzora y Campo de Lorca.
El día anterior, como si a modo de precalentamiento psicológico se tratara, cayó una considerable tormenta que incitó a mi padre, a un buen amigo común tractorista, Antonio, a acudir al almendral existente en el margen izquierdo de la Rambla Nogalte en Puerto Lumbreras para conocer sus efectos y empezar a restaurarlo a su estado habitual. Pero al regreso hacia Zurgena por la antigua CN-340 tuvimos que parar en un bar de la carretera y proteger el cristal del parabrisas con una jarapa para que el fuerte granizo que caía no lo rompiese.
Pensábamos que esta fuerte tormenta de granizo ponía punto final a los fenómenos meteorológicos propios del cambio de Estación, y una vez paró la tormenta proseguimos el viaje hasta Zurgena, donde nos encontramos con que el río había salido por lo que la carretera que lo cruzaba estaba cortada pero el puente recientemente acabado solo poseía en su unión con la carretera una breve fisura y permanecía cerrado ante su inminente inauguración, pero ante la perentoria necesidad de llegar lo cruzamos con lo que quedó inaugurado de facto.
Nada más lejos del presagio antes reseñado porque al día siguiente, viernes, acaeció lo descrito, que una vez paró la fuerte lluvia nos encontramos con que mi madre la había pasado prácticamente junto a nosotros, al vecino que vimos fuertemente agarrado al árbol había logrado sobrevivir pero desgraciadamente seis vecinos, amigos y, como he dicho antes, en la práctica miembros de la familia habían desaparecido en las turbulentas aguas que discurrían por la rambla del Cementerio que cruzaba el casco urbano histórico y a la que se unía el Barranco de la Pepa.
Esa misma tarde emprendería mi padre un viaje sin destino fijo y tan solo guiado por el sentido común y en perfecta comunicación con las Autoridades judiciales y policiales para identificar a las seis personas que fueron arrastradas por las aguas y supuestamente fallecidas desde un primer momento. Hasta el remoto Parque Natural Cabo de Gata-Níjar, exactamente a Las Negras, había llegado un cuerpo, todos, los seis desaparecidos en Zurgena regresaron al pueblo.
Mientras se procedía a la búsqueda yo acudí a Puerto Lumbreras para informar de los daños causados y al entrar en el recinto del Ayuntamiento me encontré en el patio con la cantidad de ataúdes jamás vista y mucho menos imaginado. Me acompañaba mi tío y me contó como razón principal de que la riada se cobrara tantas víctimas el que se dio la circunstancia de ser viernes y celebrarse el tradicional mercadillo semanal en el cauce, por lo que recogieron y muchos esperaron en sus coches a ambos de la rambla pensando que bajaría el nivel de las aguas pero ocurrió que lejos de bajar subió rápidamente sin darles tiempo a retirarse con las trágicas consecuencias.
Hasta noviembre me quedaría en Zurgena y justamente dirigiéndome a la Universidad me encontré con un amigo en la puerta de Cortefiel, en Gran Vía, que me informó acababa de morir el Presidente Luis Carrero Blanco en lo que se intuía sería un atentado por haber sido consecuencia de la explosión de un coche-bomba.
Y el sábado 29 de Septiembre de 2.012 llegué a Garrucha por la tarde y por los informativos radiofónicos supe de las inundaciones en Pueblo Laguna y que la carretera Garrucha-Vera se encontraba cortada. Al día siguiente partí hacia Zurgena a primeras horas de la mañana y advertí de la magnitud de la lluvia caída el día anterior al pretender vanamente adentrarme por la Carretera de Las Ermita/Palacés, que en 1.973 fue un acceso no dañado, y observé los naranjales totalmente llenos de lodo y escuché atentamente los comentarios que se hacían y coincidentes en compararlos con 1973. Traté de entrar por Overa y el acceso de la A-7 ya estaba cortado y desde él se entendía perfectamente lo acaecido.
De modo que tan solo por El Taberno era posible llegar a Zurgena, por lo que volví a recordar las angostas carreteras por las que circulé ocasionalmente en mi juventud y tras cruzar Albox y Arboleas llegué a Zurgena. El regreso tuve que hacerlo por el mismo lugar, que intuyendo podría haber ocurrido algo parecido a 1.973 tal y como me habían informado, partí hacia Puerto Lumbreras y al llegar donde se encontraba el almendral replantado hace treinta y nueve años me encontré con un señor que oteaba la zona y al preguntarle por el lugar de la arboleda y los almendros me dijo que se encontraban precisamente donde nos hallábamos, una limpia explanada que recogió horas, meses y años de trabajo, esfuerzo y tesón, y ante la que nadie podía hacer nada porque en ella se había cebado la Naturaleza, unos metros arriba y otros abajo el panorama era igual de desolador e incluso más catastrófico en la zona de abajo con muertos y la vía levantada.
En 1973, como consecuencia de las riadas en el Bajo Almanzora y en Puerto Lumbreras se procedió a encauzar el río Almanzora y en Zurgena a desviar la Rambla del Cementerio, en tanto que la Rambla de Nogalte hasta su paso por el casco urbano de Puerto Lumbreras también fue encauzada, al menos se procedió a subvencionar para restaurar lo perdido en el plano material y en política preventiva se avanzó. Pero en 2.012, hasta hoy, 19 de Octubre, ninguna acción política para prevenir ha sido anunciada por ninguna de las tres Administraciones Públicas existentes -Estatal. Autonómica y local- ni tampoco voluntad expresa para resarcir los daños materiales producidos.