Me suelen preguntar el porqué no escribo con la frecuencia diaria con que venía haciéndolo y siempre he respondido, con la sinceridad que me caracteriza, que si lo hubiese hecho habría provocado el también primer secuestro de un medio de comunicación digital, lo que no ha extrañado a mis interlocutores porque desde 2015 está siendo mucho lo que está ocurriendo en el contexto político y que viene estando provocado con la corrupción, que dicho sea, sin que sirva de precedente, he coincidido con María Dolores de Cospedal, al asegurar que los personajes políticos no han creado la corrupción sino que la han copiado de la sociedad.
Ciertamente así creo que es, pero no se me negará que justamente por eso el personaje político era un referente social y limitaba por consiguiente los efectos perniciosos de los sectores sociales que no compartían los valores tradicionales que imperaban tradicionalmente en la sociedad española. Valores que han hecho desaparecer estos personajes políticos que De Cospedal asegura han copiado la corrupción existente en una parte de la sociedad, hasta el extremo de haber contribuido determinantemente a que desaparezcan esos valores, de tal modo que desde un cierto tiempo quien viene triunfando social y económicamente son aquell@s que carecen de esos valores éticos.
Es tan amplia la desaparición de los valores tradicionales que venían caracterizando a la sociedad española que, en expresión de una ex-cargo público, “con la que está cayendo, decir que soy cargo público, por muy electa que sea, es para que se eche la gente la mano al bolsillo”. Y ciertamente es así, sirviendo como botón de muestra el Partido Popular, único partido político condenado por latrocinio y perdido el Gobierno de la Nación por haber corrupción política. El efecto de la corrupción ha sido la pérdida del Gobierno pero la necesaria regeneración que debería haber conllevado, y que yo venía demandando desde 2011, no se ha producido ni, me atrevo a asegurar, se producirá, solamente ha bastado cambiar un poco la imagen para que todo siga igual.
Por tanto, a cualquier observador político la actual etapa le debe resultar sumamente interesante y si es un poco crítico le llegará a ser recalcitrante. Es por ello, cuando le comenté a un amigo que ostenta cargo público mi deseo de volver a comentar con cierta frecuencia la realidad política española y muy particularmente la almeriense, exceptuando la roquetera, hasta que siga vinculado laboralmente a ella, tal y como prometí cuando reapareció EL MIRADOR tras su nacimiento en la desaparecida LA CRÓNICA, me respondió sin disimulo alguno que volverá a amenizar la vida política de Almería y su provincia, lo cual me honró enormemente y la verdad es que, como deducirá el amable lector que distrae su tiempo en este espacio periodístico, es una de las motivaciones que reconozco constituyen una razón para llevar a cabo estas reflexiones exclusivamente políticas, que contrastan con las que llevan a cabo algunos personajes políticos y que humanamente entiendo por mucho que consigan los propósitos opuestos a los que pretendan. Me defino como una persona de principios y creo haber sido éstos los que han condicionado mi vida personal y profesional, que lejos de ser catalogado como un valor lo han convertido en un castigo que solo lo conocemos quienes lo estamos padeciendo que únicamente el tiempo nos lo está redimiendo al estar colocando a cada uno en su lugar.
Este anuncio de cita frecuente con los amables lectores que desde hace 35 años vienen dándose cita en EL MIRADOR viene a reiterar, como no podría ser de otra forma, la continuación de la filosofía que ha venido inspirando este espacio de reflexión política perfectamente delimitada de la privada o personal al mismo tiempo que manifiesto mi intención de pasar a formato de papel el nuevo año una reseña de reflexiones políticas caracterizada por ser las que mayor interés despertaron.