Hoy la brecha salarial entre mujeres y hombres es del 19%. Hoy muchas mujeres tienen verdaderas dificultades de conciliación porque tienen que dedicar más tiempo al cuidado de los hijos. Hoy, a pesar de tener los mejores expedientes académicos las mujeres se ven relegadas o excluidas de los trabajos que les correspondería desempeñar. Hoy, la expresión más extrema de la desigualdad, la violencia de género, sigue acabando con la vida de muchas mujeres. Veinte han muerto asesinadas en lo que llevamos de 2017.
¿Qué ha pasado en todo este tiempo para que la igualdad esté tan lejos de ser una realidad en nuestro país?
Meses después de que la Ley de Igualdad fuera aprobada en el Parlamento, el Partido Popular decidió recurrirla ante el Tribunal Constitucional. Aquel recurso retrasó su aplicación y fue toda una declaración de intenciones de lo que el PP pensaba hacer con las políticas de igualdad si llegaba al gobierno.
Desde que Rajoy llegó a la Moncloa el retroceso en igualdad real y efectiva que está sufriendo nuestra sociedad es innegable. Los derechos conquistados, los avances conseguidos, han sido perseguidos, paralizados o directamente cercenados por los gobiernos de Partido Popular. En el recuerdo queda, por ejemplo, el torticero intento de contrarreforma de la Ley del aborto por parte del ministro Gallardón. Una iniciativa contra el derecho de las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo, su maternidad y su sexualidad y salud reproductiva. Un desmán frenado gracias al Tren de la libertad, una impresionante movilización de la sociedad civil española promovida y apoyada por todo el movimiento de mujeres y partidos de izquierdas, entre ellos y de forma importante, el PSOE.
Uno de los aspectos más importantes de la Ley de Igualdad es la obligación de los poderes públicos de poner en marcha políticas activas para avanzar y lograr la igualdad efectiva entre mujeres y hombres. Hoy no hay ni rastro de esas políticas. Sí que hay rastro, por desgracia, de los recortes en lucha contra la violencia de género. Un rastro de centenares de mujeres asesinadas en los últimos años mientras menguaba de manera notable los presupuestos de lucha contra la violencia de género y de atención a las mujeres que la sufren. La eficacia y el desarrollo de la Ley de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, promovida en 2004 también por un gobierno socialista, se ha dificultado, cuando no impedido desde que gobierna el PP.
La igualdad, la igualdad de mujeres y hombres, es un derecho universal vinculado al ejercicio de la ciudadanía: los mismos derechos y deberes, para ejercer con las mismas posibilidades nuestra ciudadanía. Por eso, la igualdad de género no es una cuestión de uno u otro partido, ni solo de las mujeres. Es un problema de democracia, porque la igualdad es democracia y la desigualdad que sufre más de la mitad de la población, es un déficit de nuestra democracia. La igualdad de género que reivindicamos tiene que ver con el mundo en el que queremos vivir y cómo queremos que vivan las personas: las mujeres y los hombres.
No podremos ser iguales mientras nuestro modelo de relación siga sustentándose en la desigualdad. Es cierto que los trabajos iniciados en el Congreso para lograr un Pacto de Estado contra la violencia de género son una buena noticia, pero hemos de estar vigilantes para que sea “real y efectivo”. Para que sea eficaz y sirva para desarrollar políticas activas de lucha contra la violencia, y de protección y asistencia a las mujeres que la sufren y sus familias. Algo que solo puede lograrse destinando el presupuesto que sea necesario, para ayudar y resarcir a quienes la sufren y para poner fin a la sociedad patriarcal.
Es importante también dar apoyo a los niños y las niñas víctimas de violencia de género.
Diez años después de la aprobación de la Ley de Igualdad no podemos dejar de denunciar su incumplimiento. Ni de afirmar nuestro ánimo y compromiso para conseguir la igualdad de mujeres y hombres. No podemos desviarnos del camino ni entretenernos en debates estériles, ni decir que hay algo más importante que la igualdad. No, no lo hay.
La igualdad es socialismo, justicia, libertad, derechos y democracia y también es riqueza, sostenibilidad, oportunidades, crecimiento y enriquecimiento. La igualdad real y efectiva de mujeres y hombres es el único camino posible y real para construir de una vez una sociedad vivible. Hay tareas que son inaplazables, insoslayables, que la igualdad sea real es una de ellas.