El Estrecho de Gibraltar ha vuelto a convertirse en una tumba. Un titular de periódico el pasado viernes así lo pregonaba.
El pasado viernes tres supervivientes rescatados por salvamento marítimo compartían con todos nosotros su desgraciada compañía, tres compañeros muertos y otro que ellos mismos habían visto caer y desaparecer en el Mediterráneo, poco antes de caer ellos también con la única diferencia de que fueron rescatados antes de ahogarse.
Son ya cuatro las veces las que nos reunimos en este año 2017 para recordar la vergüenza de la muerte de personas que buscaban mejorar su vida y la de sus familias. El 16 de enero nos concentramos porque habían aparecido 6 cadáveres, el 3 de febrero para llorar a otras 3 personas ahogadas que el mar nos devolvía, entre ellos un niño de 6 años, el 2 de marzo nos concentramos por otros cuatro fallecidos y no sabemos cuántas más personas desaparecidas. Al menos 16 personas muertas en menos de tres meses son motivo más que suficiente para repetir de nuevo nuestro pesar por las víctimas, nuestra solidaridad con sus familias y nuestro asqueado hartazgo ante la inmovilidad de quienes deberían estar buscando formas de solucionar esta tragedia repetida, de los gobernantes que tienen la obligación de buscar alternativas de humanidad y justicia para las migraciones forzadas.
Hoy, para mostrar nuestro rechazo a esta indignidad, utilizamos y parafraseamos palabras de Gervasio López, en su escrito “Un mar lleno de muertos”
“Me imagino un mar encabritado y vocinglero, erizado de crespones blancos y de frío; y por sobre él, un viento que se torna en criminal y lanza aullidos como enloquecido.
Me imagino una ilusión inmarcesible o, más bien, el clavo ardiente al que agarrarse cuando, cercenada ya por las desgracias padecidas, la raquítica esperanza termina por sobreponerse al riesgo y la incerteza.
Me imagino también, … lleno de un asco que me corroe, una barca cochambrosa donde se arraciman los desheredados, …, decenas de negros pobres, negros de piel y de futuro a los que se ha esquilmado hasta de dignidad. Y me imagino, a la postre, a esa inicua caterva de endomingados gobernantes a los que la vida ajena les importa poco y se les hace apenas un dígito estadístico por el que condolerse en ocasiones, aunque su verdadero deseo es ocultarlo.
Y tras imaginarme todo esto veo un mar lleno de muertos, … veo un mar donde la muerte se avecinda sin remedio, hospedada por la mezquindad de un mundo rico y egoísta; y veo en nuestros puertos a unos pocos negros pobres que, al arribar a ellos, muestran en sus rostros la zozobra de la tiritona y de la desgracia; y en el horizonte veo un rojo atardecer, llagado y sanguinolento, que semeja haberse emborrachado con la sangre derramada.
Derrengados en un llanto inagotable…, esos negros pobres extravían la mirada y la inundan de lamentos, musitan sus plegarias y recuerdan a sus muertos, a quienes han dejado entre las aguas ahora cárdenas del Mare nostrum. Y entretanto, nuestros próceres entonan sus pesares y elevan, a esa Europa solidaria en que yacemos, las solicitudes dinerarias que habrán de servir para alojar a los negros en barracones más ventilados o regular, de un modo más eficaz y humanitario… Pero su pesar no es más que un disimulo o una muy fugaz contrición, pues las promesas se les mueren en los labios, tal vez asfixiadas por la podredumbre hipócrita con que son exhaladas.
Semana tras semana, las aguas de ese Mare nostrum en que se solaza el más primero de los mundos se ponen hasta el gollete de cadáveres sin que nosotros, … apenas esbocemos una mueca de fingido horror. Y es que nadie piensa en detener el tráfico de armas con que los países más ricos nutrimos de desgracias a los más depauperados; o en conseguir que las ubérrimas fuentes de recursos naturales que les expoliamos reviertan en la población, y no tan solo en los dementes gerifaltes que acostumbran a detentar el poder”.
Es la cuarta vez que en lo que va de año nos reunimos para decir con nuestra presencia, basta ya, para expresar nuestro rechazo a una gestión tan absurda como insolidaria de las migraciones, a la cerrazón y la sinrazón de todas las fronteras que nos separan y causan tantas muertes.