Podemos, la fuerza política emergente por antonomasia, que encarnara la indignación popular por el latrocinio que padecía la sociedad y por los recortes en servicios públicos y en sus economías personales que han empobrecido a una inmensa mayoría de los españolitos y españolitas de a pie, le ha empezado a salir caspa con una rapidez asombrosa en cuanto se le ha presentado la ocasión.
Al paladín contra La Casta le ha faltado tiempo para autopostularse como Vice-Presidente del Gobierno antes de perfilar una acción política gubernamental, dejando anonadados a sus adversarios políticos y exhaustos a sus correligionarios que no dan crédito a la enfermiza ansiedad que padecían los podemitas por un cargo público y llegar a la zafiedad de polemizar por el lugar en que se halla su espléndido sillón en la Cámara Baja.
Los ansiosos podemitas han dejado perplejos a cuantos le criticaban por sus relaciones con regímenes totalitarios, pues de los achaques que habían quedado exentos eran de que su potencial adhesión a La Casta que venían denunciando y detestando por lo que hicieron de ello uno de sus principios en que basaron su acción política. Nadie sospechó, o al menos vaticinó públicamente, que sus electos municipales hicieran lo propio en sus respectivos Ayuntamientos donde lo primero que han hecho ha sido coger el cargo remunerado económicamente.
Desconozco la razón por la que Podemos no ha apoyado al PSOE en la Junta de Andalucía, lo que me hace sospechar por sus comportamientos tras las Elecciones Generales que se haya debido a una mera cuestión de sillones con sus correspondientes emolumentos como así ha ocurrido en algunos Ayuntamientos, donde con independencia del color político se han amoldado perfectamente al estar remunerados.
En mi opinión, la polvareda que ha generado la autopostulación de Pablo Iglesias como VicePresidente de un hipotético de Pedro Sánchez se ha debido más, como sostuve en ese momento, a su primer acto de campaña de unas cada vez más probables nuevas Elecciones Generales que a una proclamación real de Gobierno, consciente de que había puesto el listón tan alto que se haría imposible la formación de un Gobierno.
No solo la figura política de Mariano Rajoy y la asociación del PP con la corrupción suponen un hándicap insalvable para formar Gobierno de Derechas sino que el elevado listón que ha puesto Pablo Iglesias también imposibilita la constitución de un Gobierno de Izquierdas, de lo que supongo es consciente el líder podemita y de ahí su comportamiento, desde mi punto de vista erróneo, en el doble sentido de haber antepuesto el cargo al programa y proclamado públicamente lo que se hace en privado.
En cuanto a la situación política generada por el resultado electoral del 20-D, me llama poderosamente la atención la débil memoria de la que hace gala la sociedad española, por cuanto peor fue la que se vivió desde la muerte del General Franco desde 1975 a 1978. La única diferencia consistente que le veo a ambas situaciones es que el búnker actuó con cierto sentido de Estado consciente del nuevo estado de cosas y el actual búnker, encarnado por La Casta o PP-PSOE, se resiste y es capaz de hundir España con tal de sobrevivir.
Entonces se dijo, como ahora, que la fagocitación parlamentaria hacía ingobernable España y para conseguir su gobernabilidad se promulgó un sistema electoral que promoviera el bipartidismo, según se sostenía era homologable a la Europa Occidental. Ciertamente no me parece mal el bipartidismo por muy depredador que sea, pero, como todo en la vida, depende del uso que se haga de él, y el que se ha hecho desde los 80 hasta la fecha es el de un latrocinio generalizado, con alguna honrosa excepción que no suele aflorar públicamente y que ha servido para aniquilar a las personas honradas y con principios y promover la delincuencia económica en el ámbito de lo público, bajo el principio de la confianza.
Bendita sea la confianza porque gracias a ella estamos conociendo las fechorías de nuestros gobernantes, y al respecto he de aseverar que esos gobernantes están haciendo gala de un bajo nivel de inteligencia porque deberían saber que las personas con principios nunca los conducirían hacia una situación como la que están viviendo.