Corresponde en este final de año llevar a cabo un balance del que acaba, que en mi caso adquiere especial relevancia personal por cuanto supone el que comienza un final de ciclo, que yo vengo calificando como un ajuste de cuentas con el pasado, pero el que acaba de terminar debería servir para reconducir la situación política y social en España.
Se viene demandando desde los pasados los últimos comicios electorales europeos y la resistencia numantina de lo que previamente había venido en llamar casta es lo que está demorando, con el consiguiente deterioro, la necesaria refundación del sistema político de libertades públicas que nos dimos en 1.978. Tal está siendo el deterioro de la situación social y política, que desde mi humilde punto de vista, no se debe demorar más, porque ya no nos sirven las reformas sino que solo puede solucionarse mediante una refundación del sistema político, que única y exclusivamente puede hacerse mediante el concurso de la clase política clásica ejercitando el mismo proceder que hizo la clase política franquista.
Mis dosis de escepticismo para que el sistema político de libertades públicas se refunde está fundamentado en las diferencias existentes entre las clases políticas franquista y clásica de la democracia, distingos basados en que la franquista tenía resuelta su economía personal y la clásica democrática no encuentra otro medio más allá de la actividad política. Esta circunstancia materialista induce a pensar que nos puedan hacer esperar a la jubilación, en el mejor de los casos, para que la refundación se lleve a cabo, estando en el subconsciente de muchos españolitos y españolitas la posibilidad de que sea una explosión social la que la motive.
Cuando hace un tiempo llevaba a cabo una reflexión política señalando que la renovación política no bastaba ya sino que procedía una regeneración política ante el fundado temor de que apareciera un líder carismático que vine a llamar El Iluminado parece que no me encontraba divagando sino que me hallaba en la senda del sentimiento social español. Y los hechos me están avalando, modestia aparte, porque el caldo de cultivo está, bastando solamente perfilar el medio, la estrategia o la táctica para que ello se plasme en la realidad.
En este sentido no creo elucubrar si afirmo que la actual situación política y social se halla en un grado de deterioro más próximo al de la II República que al de la Transición Política, manifestándose en que la inseguridad ciudadano ha llegado a un extremo indigestible por la ciudadanía y la situación política resulta indescriptible.
Sin pretender describirla en su estado real, porque, entre otras razones, la desconozco, lo que proyecta nuestra clase política actual, no solo la clásica sino también la emergente, a la que le atribuyo el déficit antes mencionado, es que la clase política clásica se encuentra en una fase de supervivencia capaz de meternos en un embrollo del que puede costar salir, en tanto que la emergente parece estar saboreando los privilegios de la clásica.
En ambos espacios políticos, la clásica y la emergente, nos encontramos con luchas internas intestinas basadas única y exclusivamente en la supervivencia personal e ignorando, cuando no depreciando, los valores que resten e intereses generales. Yo siempre me he ido a la base de la pirámide jerárquica en los Partidos Políticos para poder entender su problemática, encontrándome con auténticas aberraciones intelectuales y casos clínicos dignos de ser estudiados sociológica y políticamente. Y como consecuencia de ello me encuentro con que los Partidos Políticos de clase han desaparecido, al observar que las organizaciones políticas ya no cuentan con una ideología ni con una clase política adscrita, de tal modo que una limpiadora puede llegar a defender a ultranza al PP sin llegar a conocer su ideología y como contraposición un profesional cualificado haciendo lo propio en el PSOE aunque en este caso sabiendo perfectamente lo que hace, en tanto que en muy raras ocasiones ejercitando los valores tradicionales de la sociedad española.
Así, pues, mi mayor deseo en lo político para este Nuevo Año es que el ciclo ha acabado y lo que procede es su refundación, para lo que deberían aprovecharse los eventos congresuales que se llevarán a cabo en todas y cada una de las organizaciones políticas parlamentarias. Por consiguiente, a 2.017 no le pido a nuestra ‘virgencica, que nos quedemos como estamos’ sino que nuestra clase política haga un ejercicio de altura de miras y lleve a cabo la máxima aspiración de los españolitos y españolitas de a pie como es la reimplantación de la sociedad de valores y dotar a la ciudadanía de un bienestar colectivo e individual.